viernes, 30 de septiembre de 2016

LLEGA EL OTOÑO EN LA SIERRA DE GUADARRAMA.



Llega el otoño en nuestra querida Sierra de Guadarrama, los primeros síntomas de esta preciosa estación se manifiestan en nuestros prados y dehesas, en las riberas de los ríos, en los cambios cromáticos de los arbustos. La primera sensación otoñal es de tristeza, el cambio del verano al otoño, envuelve la atmósfera de menos luz solar, menos horas de día y más de noche, irán bajando poco a poco las temperaturas, y vuelven las lluvias, pronto veremos ver correr los arroyos de nuestras montañas...pero, todo esto no ocurre de un día para otro, mientras llega, mientras se ponen verdes las praderas y vemos caer las hojas, nos tenemos que ir habituando a estas cosas poco a poco. No se porqué la melancolía nos atrapa, cuando vemos caer las hojas, cuando viajan mecidas por el viento a través de los bosques, pero es una sensación entre bonita y triste. Pero finalmente, cuando todo ya está en su sitio y el cuerpo humano ya lo ha asimilado, llegan los colores, el cambio cromático y la variedad de especies de árboles y arbustos que llenas de contraste nuestros rincones, y de tonos cálidos  los paisajes.
Yo no acierto a imaginar una vida sin otoño, una vida en la que no se renueven los ánimos, se cambia el pelo, y las hojas en los árboles, el bosque se duerme mientras espera pacientemente la llegada de la próxima primavera y de la vida nueva renovada en plantas y animales. Es necesario este parón en la naturaleza, que nosotros vemos en nuestra ignorancia como un cambio de colores y bellos paisajes, pero es un cambio que va mucho más allá de nuestras sensaciones humanas, para los animales y plantas. Las hojas caídas y de color marrón, cubren los suelos de los bosques caducifolios, de los robledales  sobre todo. Y todo vuelve a comenzar, los primeros arroyos comienzan a inundar las praderías y las hojas, se amontonan y pronto, empezarán a llenar de vida a los animales pequeños que se mueven en la hojarasca. El frío renueva la atmósfera y se respira el olor ese tan peculiar que las gentes que vivimos en los pueblos serranos conocemos bien, el olor a frío, por último, los últimos frutos silvestres que quedan en los arbustos, como las moras, las majueletas, los escaramujos e incluso las endrinas, entre otros, ponen la nota de color en el bosque y en las zonas despejadas del robledal, de ellos se alimentarán en los peores días del otoño e incluso del invierno, los animales que viven en este lugar, a veces tan bonito y a veces tan hostil.
Si logramos ver todo esto como una maravilla de la naturaleza y no como un reclamo turístico,  entonces lograremos entender porque es tan importante esta estación, tan bonita y tan especial.  Y así al ver un enorme Acebo cargado de bolitas rojas, que habrá tardado muchísimos años en desarrollarse, será una auténtica joya de la naturaleza y por último, cuando veamos un boletus edulis no solo veremos una seta comestible, exquisita sino también otra maravilla de la naturaleza que también tiene su función en ella.
Las fotos otoñales son de las Dehesas de Los Molinos, un lugar mágico, poco conocido, y lleno de encanto  en esta época del año.

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